- Una columna de opinión de Felipe Pinto, médico oncólogo y miembro de la Agrupación de Médicos de Clínica Indisa (AMCI).
Este 4 de febrero no celebramos el Día Internacional del cáncer, conmemoramos a quienes han perdido la vida por esta enfermedad o día a día enfrentan con valor y coraje sus distintas terapias. Es una fecha que nos invita a reflexionar al mundo científico, público y privado, acerca de cómo debiésemos afrontar la prevención y el diagnóstico precoz de esta enfermedad, no tan sólo hoy sino en los próximos 100 años.
Bajo el término cáncer se ampara un grupo de enfermedades del ADN de la célula, que les confiere propiedades malignas, tales como el descontrol de su multiplicación, “inmortalidad”, así como la capacidad de invadir o diseminarse en otros órganos (metástasis). El impacto que tiene a nivel mundial es enorme; de hecho, según datos de la OMS cada año el cáncer registra a nivel mundial cerca de 20 millones de diagnósticos y alrededor de 10 millones de muertes. Asimismo, se estima que para el 2040 esta enfermedad será diagnosticada en casi 30 millones de pacientes y alcanzará 16.4 millones de fallecidos.
En Chile, los datos no son muy diferentes. En el año 2018 se diagnosticaron casi 54 mil casos nuevos por cáncer en territorio nacional, liderados por el cáncer de próstata, colorrectal, mama, estómago, pulmón y vesícula biliar. Lo que significa un incremento en la incidencia en torno al 110% si analizamos el periodo comprendido entre 1986 -2016. En cuanto a los tipos de cáncer analizados por sexo, los cánceres de próstata y estómago, representar el 30% del total de fallecimientos en los hombres. Mientras que en mujeres, el comportamiento sigue la tendencia mundial, en la que predominan los cánceres de mama, colorrectal y pulmón.
El diagnóstico precoz de esta patología es crucial para implementar estrategias terapéuticas activas y efectivas con el fin único de curar al paciente. Para ello distintas metodologías de tamizajes han sido implementadas a lo largo del mundo, así como también en nuestro país. A modo de ejemplo, la mamografía y el papanicolau, han tenido un impacto definitivo en el diagnóstico temprano del cáncer de mama y cérvico uterino, respectivamente. Los datos son fenomenales, es así como un estudio de la British Medical Journal comparó datos de 512.447 pacientes diagnosticados en Inglaterra entre 1993 y 2015, logrando demostrar una disminución del riesgo de mortalidad desde un 15% a las mujeres diagnosticadas entre 1993 – 1999 hasta un 4.9% en las diagnosticadas entre 2010 – 2015. Nuestro país también ha sido favorecido con las técnicas de tamizaje, así la mortalidad por cáncer cérvico uterino ha registrado una clara disminución desde 14.3 por cada 100.000 mujeres en los albores de los años a 90 hasta 5.7 fallecimientos por cada 100.000 mujeres en el 2011, según datos del Ministerio de Salud de Chile.
El avance tecnológico ha permitido incorporar nuevas técnicas de tamizaje en otras patologías como la tomografía computada en pacientes tabáquicos con alto riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, o la colonoscopía entre hombres y mujeres mayores de 50 años a fin de diagnosticar de manera precoz el cáncer colorrectal. Incluso técnicas moleculares han sido capaces de serotipificar virus asociados al desarrollo de algunas neoplasias como el cáncer cervicouterino. Lo anterior siempre orientado a diagnosticar y tratar lo más tempranamente posible.
Pero en esta patología, no todo es diagnóstico o tratamiento. Las sociedades más desarrolladas o en vías de desarrollo, han adoptado estilos de vida que aumentan el riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer, como es la dieta en base a embutidos y comida rápida, el consumo de tabaco y alcohol, y el sedentarismo. Muy probablemente las políticas públicas nacionales deberán orientarse a estrategias de salud preventiva y la promoción de mejores estilos de vida, lo que sumado a tecnologías de diagnóstico temprano, permitirán revertir estas alarmantes cifras.